TEORIA DE MENDEL
La teoría de Mendel, al contrario que la de Darwin, ha sido siempre un ejemplo claro y sencillo de la aplicación del método inductivo. Unos experimentos controlados dan lugar a una interpretación teórica que, dentro de su contexto es irrefutable. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la interpretación se hizo de acuerdo con los conocimientos de la época.
Hay que reconocer que nunca se ha pretendido presentar la teoría de Mendel o las leyes de Mendel como una teoría de la evolución (por la desnaturalización del significado de evolución), pues la combinación de genes, por si misma, no produce caracteres diferentes de los originales. Tampoco ayuda mucho a la teoría de Darwin el hecho de que las leyes de Mendel introdujeran elementos o mecanismos de la evolución desconocidos con anterioridad, no es de extrañar que se ignorara su aportación por la comunidad científica durante 50 años, un caso difícil de entender si no fuera por la explicación que nos brinda la sociología de la ciencia de Kuhn .
Por la dinámica que imprime a la evolución y dadas las múltiples ventajas de la diferenciación sexual, la Teoría General de la Evolución Condicionada de la Vida (TGECV) sí entiende la importancia de las leyes de Mendel y, en general, que la teoría de Mendel ha realizado una gran aportación a la teoría de la evolución en su correcta acepción y que mantiene su vigencia con las oportunas correcciones conceptuales.
La interpretación inicial no plantea ningún problema, pues es asumido y actualizado con el avance general de la ciencia; sin embargo, lo que sí puede plantear serios problemas, es la forma en que la teoría de Mendel se sigue explicando en las escuelas. Los conceptos de gen dominante y recesivo de las leyes de Mendel se siguen explicando con un enfoque un poco antiguo, y claro, donde pueden existir ciertas dificultades conceptuales, como ¿Qué pasa cuando dos genes dominantes se juntan?, se recurre a conceptos como co-dominancia; porque en realidad se desconocen, con carácter general, los mecanismos genéticos que hacen que un gen o trozo de código genético particular se comporte como de carácter dominante o no. En muchos casos sí se deben de conocer, al menos parcialmente, pero lo que ocurre es que no se pueden explicar fácilmente sobre la base del concepto simple de dominancia y en el contexto de aleatoriedad general.
Un poco más difícil de explicar, con la idea clásica de las leyes de Mendel, sería el concepto de co-recesión.
Desde el punto de vista de la Teoría General de la Evolución Condicionada de la Vida, los conceptos de gen dominante y recesivo derivados de las leyes de Mendel se ven alterados por la propia esencia del proceso evolutivo. Un gen no es dominante o recesivo sino que se comporta como dominante o recesivo (esta idea también la comparte el pensamiento clásico) dependiendo de con qué otro gen le comparamos, y lo que es más importante (por ser un concepto nuevo aportado por la teoría citada), en función de las restricciones o condiciones de desarrollo de la información genética que contienen, podemos citar como ejemplo más común el de verificación o no de dicha información.
En la actualidad, por la importancia de las leyes de Mendel, no puede ser suficiente el decir que un gen es dominante o recesivo, se ha de razonar por qué un gen se comporta como dominante, explicando las causas de tal comportamiento. En gran medida, el concepto se mantiene en su acepción primitiva porque se encuentra asociado a la idea de genes con características discretas (rojo, blanco, rosa, pero no tonalidades en plena evolución) porque es más conveniente para la noción imperante de evolución.
Los conceptos básicos de gen dominante y gen recesivo en las leyes de Mendel pierden su sentido y, en caso de mantenerlo, resultan totalmente impropios. Como veremos más adelante, el llamado gen recesivo resulta ser el más potente y evolucionado en los casos en que la verificación es una de las condiciones asociadas a la información transmitida. Consecuentemente, la Teoría General de la Evolución Condicionada de la Vida (TGECV) cambia la terminología, denominando gen significativo a aquel gen que se comporta como dominante (por decirlo de alguna forma, porque tampoco es exactamente eso lo que ocurre, como se explicará más adelante) en un determinado proceso.